VESTIMENTA

Acerca de la aparición de la Diablada Píllareña existen muchas leyendas, una de ellas es la que sabe todo el pueblo pillareño desde hace aproximadamente 80 ó 100 años.




La tradicional leyenda cuenta que, hubo una discordia entre la parroquia Marcos Espinel (Chacata) y el barrio Tunguipamba, porque los muchachos del barrio subían a enamorar a las hermosas muchachas de Marcos Espinel, los jóvenes celosos de ese lugar, se ponían máscaras hechas de calabazas para asustar a sus rivales, pero cada vez eran más frecuente las visitas y cortejos.
Luego se fueron perfeccionando los disfraces con el propósito de espantar a los inocentes.

Por otro lado, una historia más estudiada dice: que la Diablada aparece a la llegada de los españoles en la época colonial; los indígenas realizaban una ceremonia especial como protesta a la imposición de los opresores pues consideraban que esto era acto del demonio, es decir, que tomaban la personificación del diablo para rebelarse al yugo español.

Más tarde, los hacendados y capataces permitían a los peones festejar esta fiesta del 1 al 6 de enero.

Italo Espín, jefe del Departamento de Cultura del Municipio de Píllaro, indica que la fiesta no es solo en este cantón sino que es conocida a nivel nacional e internacional.




Participan entre 1.000 a 1.500 diablos, son seis partidas que representan a los sectores rurales del cantón: Marcos Espinel, Tunguipamba, Tres Esquinas, García Moreno, Chacata, El Carmen, sitios en los cuales se reúne cada una junto a las parejas en línea. Las parejas forman una agrupación que baila al compás de la música de banda de pueblo y al centro de la Diablada.

Al terminar la celebración, las diabladas bajan a la ciudad para compartir con su gente. Cada partida tiene de 100 a 200 integrantes, quienes salen por lo menos dos veces a Píllaro, explicó Espín.

Antiguamente se creía que en la Diablada no debían participar los niños porque les llevaba el diablo; o que la persona que se disfrazaba debería hacerlo por 12 años seguidos, caso contrario también se lo llevaba el demonio.

Sin embargo, con el paso del tiempo estas creencias y mitos se han perdido, hoy el 30 por ciento de disfrazados son mujeres y niños.
FUENTE: La fuente se refiere a la tradición oral tomada en las entrevistasEn diciembre del 2008, el Ministerio de Cultura declaró a la Diablada Pillareña Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador, mientras que en el 2001 la Unesco nombró al Carnaval de Oruro Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Sin embargo, en el expediente de la declaratoria como Patrimonio Nacional, se perdió la memoria colectiva de esta festividad mestiza, que ahora se relega a la temporada de Reyes. Así lo asegura Rita Díaz, historiadora del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), quien realizó la indagación para la nominación. “La recreación de la lucha entre el bien y el mal, representada por ángeles y demonios que se encuentran en otras diabladas, no llega a recrearse en la Diablada Pillareña”, sostiene Díaz. La investigadora habla de tres posibles hipótesis que dieron origen a esta festividad. La primera, sugiere que la festividad llegó a Píllaro en un desplazamiento masivo de indios mitimaes desde Bolivia o desde Perú. La segunda supone que los gamonales de las haciendas y representantes de la Curia permitían a los indígenas realizar fiestas en el Año Nuevo. Estos, dice la historiadora, se disfrazaron de diablos para burlarse de sus opresores. Y la tercera es que la diablada nació en un intento de los hombres de las parroquias Tunguipamba y Marcos Espinel, por mantener la exclusividad de las mujeres. Para evitar los enamoramientos, los varones de Marcos Espinel se disfrazaban de diablos para ahuyentar a sus rivales. Ninguna de las versiones -dice Díaz- tiene sustento histórico. Entre las similitudes de las dos celebraciones está que en Oruro, por ejemplo, la fiesta se realiza durante 10 días en los cuales 50 grupos folclóricos recorren cuatro kilómetros de la ciudad. Van con bandas de pueblo. En Oruro, la principal danza es la diablada, aunque también se destacan los caporales, la morenada, los suri-sicuris, entre otros. En Píllaro es similar. Los grupos de bailarines bajan desde sus comunidades hacia el parque central donde, al ritmo de la banda de pueblo y durante seis días, bailan más de 1 500 personas. Ellos llegan desde Tunguipamba, Marcos Espinel, Cochaló, Chacata, El Carmen, San Vicente de Quilimbulo, Robalinopamba, La Quinta, Nuevo Rumihuaico, La Elevación y la Escuela de Danza del Municipio de Píllaro. Para Néstor Bonilla, estudioso de esta celebración, puede haber una conexión entre las dos diabladas porque son andinas. La diferencia es que la emotividad en la Diablada de Oruro es religiosa. Los disfrazados bailan en honor a la Virgen de El Socavón; la de Píllaro es una fiesta independiente y tiene su raíz en el pueblo. “Se intenta relacionar la Diablada de Píllaro con la de Oruro, pero son distintas y cada una tiene su propia identidad”, asegura. Según Bonilla, la fiesta antes se llamaba de Los Santos Inocentes, pero poco a poco fue adoptando la denominación de Diablada. Carlos Quinde, director del Grupo Folclórico Tungurahua, añade más detalles. La figura del diablo llegó con la conquista y los antiguos indígenas no tenían elementos antropomorfos que representen el mal. Con los españoles, dice, se trae un sentido religioso del bien y del mal. Así se conceptualiza al diablo en diversas formas de odio, temores'
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/pais/Diablada-propia-historia_0_401359897.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.comEn diciembre del 2008, el Ministerio de Cultura declaró a la Diablada Pillareña Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador, mientras que en el 2001 la Unesco nombró al Carnaval de Oruro Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Sin embargo, en el expediente de la declaratoria como Patrimonio Nacional, se perdió la memoria colectiva de esta festividad mestiza, que ahora se relega a la temporada de Reyes. Así lo asegura Rita Díaz, historiadora del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), quien realizó la indagación para la nominación. “La recreación de la lucha entre el bien y el mal, representada por ángeles y demonios que se encuentran en otras diabladas, no llega a recrearse en la Diablada Pillareña”, sostiene Díaz. La investigadora habla de tres posibles hipótesis que dieron origen a esta festividad. La primera, sugiere que la festividad llegó a Píllaro en un desplazamiento masivo de indios mitimaes desde Bolivia o desde Perú. La segunda supone que los gamonales de las haciendas y representantes de la Curia permitían a los indígenas realizar fiestas en el Año Nuevo. Estos, dice la historiadora, se disfrazaron de diablos para burlarse de sus opresores. Y la tercera es que la diablada nació en un intento de los hombres de las parroquias Tunguipamba y Marcos Espinel, por mantener la exclusividad de las mujeres. Para evitar los enamoramientos, los varones de Marcos Espinel se disfrazaban de diablos para ahuyentar a sus rivales. Ninguna de las versiones -dice Díaz- tiene sustento histórico. Entre las similitudes de las dos celebraciones está que en Oruro, por ejemplo, la fiesta se realiza durante 10 días en los cuales 50 grupos folclóricos recorren cuatro kilómetros de la ciudad. Van con bandas de pueblo. En Oruro, la principal danza es la diablada, aunque también se destacan los caporales, la morenada, los suri-sicuris, entre otros. En Píllaro es similar. Los grupos de bailarines bajan desde sus comunidades hacia el parque central donde, al ritmo de la banda de pueblo y durante seis días, bailan más de 1 500 personas. Ellos llegan desde Tunguipamba, Marcos Espinel, Cochaló, Chacata, El Carmen, San Vicente de Quilimbulo, Robalinopamba, La Quinta, Nuevo Rumihuaico, La Elevación y la Escuela de Danza del Municipio de Píllaro. Para Néstor Bonilla, estudioso de esta celebración, puede haber una conexión entre las dos diabladas porque son andinas. La diferencia es que la emotividad en la Diablada de Oruro es religiosa. Los disfrazados bailan en honor a la Virgen de El Socavón; la de Píllaro es una fiesta independiente y tiene su raíz en el pueblo. “Se intenta relacionar la Diablada de Píllaro con la de Oruro, pero son distintas y cada una tiene su propia identidad”, asegura. Según Bonilla, la fiesta antes se llamaba de Los Santos Inocentes, pero poco a poco fue adoptando la denominación de Diablada. Carlos Quinde, director del Grupo Folclórico Tungurahua, añade más detalles. La figura del diablo llegó con la conquista y los antiguos indígenas no tenían elementos antropomorfos que representen el mal. Con los españoles, dice, se trae un sentido religioso del bien y del mal. Así se conceptualiza al diablo en diversas formas de odio, temores'

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/pais/Diablada-propia-historia_0_401359897.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com

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